El renacer del Solsticio de verano
El Solsticio de verano es el momento en el que el Sol alcanza su punto más alto con respecto al Ecuador terrestre. Dicho fenómeno tiene lugar en el hemisferio Norte entre el 21 y 22 de junio.
Si bien el solsticio de invierno es un momento para el recogimiento interior y la reflexión, el solsticio de verano es la época en la que nos abrimos hacia lo que nos rodea y las nuevas oportunidades, absorbiendo todo el poder de la naturaleza y del sol, y dejando de lado aquello que ya no nos nutre. Es el día más largo del año y la noche más corta, y esa explosión de luz que nos bañará durante varios días e incluso meses, nos regenerará, haciendo que podamos tener energía suficiente para aprovecharla en los periodos menos luminosos.
En China, en el Solsticio de verano se celebran las fuerzas Yin, que tiene que ver con la feminidad y la Madre Tierra; así como el Solsticio de invierno tiene que ver con las fuerzas Yang, que tiene que ver con lo masculino y el cielo.
Los solsticios y los equinoccios tienen un significado espiritual en muchas culturas. En concreto, el Solsticio de verano es un tiempo para recoger todo lo que se ha “sembrado” literal y metafóricamente, durante el invierno. Se agradecían las siembras, las cosechas y los frutos obtenidos, y el tener más horas de luz para dedicarse a recogerlos, y además al ocio y disfrute. Es un momento de abundancia, protección, purificación, fertilidad y de dar gracias por todo lo recibido. El Sol es símbolo de la vida, que nos permite que la naturaleza siga alimentándonos, y en esta época es cuando se daban muchos actos iniciáticos, para conseguir transmutar. Es el momento retomar los proyectos tenemos que tenemos pendientes. Aprovechando la fuerza y entusiasmo que nos aportan tantas horas de luz, podremos vencer todos los obstáculos para lograr nuestros objetivos.
Al llegar el Cristianismo, el Solsticio de verano pasó a celebrarse como la noche de San Juan, ya que coincidía con el nacimiento de San Juan Bautista, pero dejando de conservar los matices mágicos de la tradición pagana, pero siempre algo queda… Es difícil que la magia se pierda del todo…
La celebración del Solsticio de verano data del 5.000 a. C., cuando nuestros antepasados encendían una hoguera para darle más fuerza al Sol porque creían que se debilitaba, ya que los días comenzaban a acortarse. Ese rito también tenía otro significado, ya que el fuego es el elemento purificador, que nos ayuda a desprendernos de todo aquello que ya no nos resulta útil en nuestra vida, limpiándonos también de una forma más energética y espiritual.
Es un momento de renovación y renacimiento, de cambio. Todo es cíclico, así como lo es nuestra propia naturaleza. Nuestros ancestros creían que el Sol duraba menos cada día, porque entraba en la dimensión del espíritu de los hombres, para comenzar a lucir ahora en su interior, tal y como lo hizo antes en el exterior. Los griegos lo llamaban por ello, la “Puerta de los Hombres”, así como al Solsticio de invierno era denominado la “Puerta de los Dioses”.
“Una taza sólo sirve cuando está vacía”
Krishnamurti
Pero para conseguir llenarnos de algo nuevo, primero tenemos que vaciarnos. En una taza colmada, nada más puede caber, y al mismo tiempo, tampoco podremos dar, porque antes tendremos que aprender a vaciarnos. Desapegarnos y vaciarnos del miedo, dolor, ira, tristeza… De todas aquellas emociones que nos limitan, e incluso de todas aquellas actividades que hacemos sin parar para no tener un minuto libre en el que pensar, o para conseguir darnos cuenta de cómo estamos viviendo nuestra vida y lo que estamos sintiendo. Vaciarnos para poder llenarnos de algo más puro, limpio y potenciador, como el amor, la confianza, la alegría, la empatía o la compasión.
Y tú, ¿Ya has decidido que quieres dejar atrás este año?