La magia del solsticio de invierno

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El solsticio de invierno es el instante en el que la posición del Sol alcanza su máxima inclinación con respecto al ecuador de la tierra, el punto más bajo con respecto a su eclíptica. Es el día del año en que la noche es más larga y el día es más corto. Etimológicamente quiere decir “momento en el que el Sol permanece quieto” – Del latín: Sol – sístere (=quieto) -.

En todas las culturas se han llevado a cabo ritos y celebraciones relacionados tanto con la magia del solsticio de invierno y de verano, como con los equinoccios, ya que simbolizaban las etapas del ciclo de la vida en la naturaleza: Nacimiento, crecimiento, madurez y muerte (que incluye el renacimiento). También esas etapas coincidían con los distintos momentos desde que se sembraba, pasando por la labranza, la recolección de los frutos y la escasez del invierno.

En concreto, el solsticio de invierno tiene que ver con el fin de la madurez y el comienzo de la muerte, pero una muerte entendida como transformación y renacimiento. Un momento que nos invita a la introspección, a mirar hacia dentro para cambiar lo que ya no nos sirve, a observar los objetivos logrados y evaluarlos, y los no alcanzados, y tras un periodo de “letargo” conseguir la fuerza necesaria para regenerarnos y reaparecer en el mundo con energía suficiente para comenzar nuevos proyectos. Es el momento de desechar lo que no nos gusta de nosotros y poco a poco, al llegar la primavera, ver la luz y potenciar todo lo bueno que tenemos dentro.

El solsticio de invierno llega para muchos como un momento de nostalgia, recogimiento, en el que nos sentimos más lentos, cansados y puede que menos motivados para emprender nuevos propósitos.

El momento del solsticio de invierno era tomado por las civilizaciones antiguas como el momento en el que el Sol vencía a las tinieblas, era símbolo de vida y luz (Aunque se toma un día como referencia, en realidad ese punto máximo dura apenas un minuto).

Es el momento de mayor oscuridad, que no es más que la ausencia de luz. En nosotros representaría la parte que no podemos ver, sin que esto quiera decir que no exista. Lo que no nos gusta de nosotros mismos. Pero para llenarnos de luz, no basta con esconder lo que no queremos mostrar, hay que reconocer primero la parte oscura que nos negamos.

“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad.”

Carl Gustav Jung

Lo bueno: El solsticio de invierno es un punto de inflexión que no dura mucho, al igual que el momento de oscuridad que precede a nuestro propio renacimiento. Durante siglos en cientos de tradiciones se ha hablado con diferentes simbolismos de esta eterna lucha entra la luz y la oscuridad, entre el bien y el mal, pero en todas ellas la luz, el bien, siempre vence. Así que no pierdas las esperanza.

Todo y todos somos luz y oscuridad, Yin y Yang, todo en el universo está compuesto de fuerzas opuestas, nada es totalmente bueno ni totalmente malo. Hemos de aceptar tanto nuestras partes positivas como las negativas. Si no vemos la oscuridad, no podremos brillar completamente.

Es un momento para reflexionar y para perdonar y perdonarnos, para dejar atrás nuestros resentimientos y las excusas que nos impiden seguir adelante, todo aquello que nos hace permanecer en la oscuridad más tiempo del necesario, y que nos impide avanzar en nuestro crecimiento personal.

Enfrentarnos a nuestros miedos nos hace grandes y nos quita los fantasmas de lo que creíamos que pasaría antes de afrontarlos. ¿Quién no ha estado muerto de miedo por cómo respondería alguien cuando teníamos que contarle algo importante, y luego su reacción no ha tenido nada que ver con nuestra fantasía?

Como dijo Eleanor Roosvelt:

“Ganamos fuerza, coraje y confianza por cada experiencia en la que realmente nos paramos a mirar al miedo a la cara. Debemos hacer lo que creemos que no podemos”.

Así que con la llegada del invierno os invito a que echéis la mirada hacia vuestro interior sin juicio, miedo, nostalgia ni culpa pero con coraje, alegría, empuje, responsabilidad y reflexión, y veáis lo que podéis y queréis cambiar durante el año que llega. Una o dos cosas, poco a poco. Se puede cambiar pero no suele ser sencillo. Lo digo por experiencia. Sólo hay que darse cuenta de lo que no queremos, aceptarlo como una parte nuestra (esta parte es para mí la más complicada ya que a nadie le gusta lo que hay en su sombra; por eso lo tenemos ahí) y tomar la decisión de cambiarlo.

¡Feliz solsticio de invierno!

Maite Sanz Fazio

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